La novia gitana by Carmen Mola

La novia gitana by Carmen Mola

autor:Carmen Mola [Mola, Carmen]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2018-05-17T04:00:00+00:00


Capítulo 43

Se había imaginado aceptando la invitación de Salvador para quedarse a comer, a esas horas podría estar relajándose con una charla trufada de anécdotas policiales y de cotilleos sobre tal o cual comisario. Pero la entrevista con el inspector jubilado ha sido un desastre y Elena Blanco no tiene más remedio que conformarse con un bocadillo en el bar de todos los días y con una conversación con Juanito, el camarero rumano, que casi siempre gira en torno al fútbol.

—La veo muy distraída, inspectora.

Ella asiente mientras mastica con indolencia su bocadillo de calamares, una exquisitez en ese bar popular, al lado de la plaza Mayor, que se nutre de turistas y parroquianos fieles.

—Otras veces me da algo de conversación, pero hoy ni mu. ¿Qué le pasa? ¿Problemas en la comisaría?

—Siempre hay problemas en la comisaría, Juanito.

—Mantener el vestuario unido es difícil, eh…

—Sobre todo con los últimos fichajes.

Juanito la apunta con el índice y sonríe. Le gusta mucho que ella se sume a sus metáforas futbolísticas.

—Pues un partidito fuera de la convocatoria y se les bajan los humos. Se lo digo yo, que algo sé de esto.

—Tú que eres un filósofo contéstame a una pregunta: ¿qué pasa cuando tienes que hacer algo que no te apetece y buscas excusas para retrasar el momento?

—Error infantil, inspectora. Retrasar las cosas es mantener los nervios dentro del estómago más tiempo del necesario.

—Así que debería lanzarme.

—Antes de un partido importante, los futbolistas pasan una semana de muchos nervios. Pero cuando suena el silbato inicial se les van todos los males y se ponen a jugar. Esto es lo mismo. En cuanto esté haciendo eso que tanto le disgusta, se sentirá mejor. Hay que coger el toro por los cuernos.

—No me mezcles las metáforas de fútbol con las taurinas, que eso ya no hay quien lo aguante. Y los rumanos no sabéis de toros.

—Pero ¿entiende lo que quiero decir o no?

Claro que lo entiende. Y Juanito, a su manera tosca, la ayuda muchas veces a ver las cosas con más claridad. Algo tiene la sabiduría popular que simplifica los problemas y los muestra en su justa proporción. Con estas reflexiones, Elena se dirige al barrio de la Piovera, donde viven los Macaya.

Sonia la recibe con el rostro demacrado. Está pálida, despeinada, flaca como un cadáver. Pero no tuerce el gesto al ver a la inspectora al otro lado de la puerta. Ningún asomo de hastío. Casi parece que agradece la visita.

—¿Hay alguna novedad? —pregunta al tiempo que se hace a un lado para franquear el paso a la recién llegada.

—Me temo que no. Pero esa es la pregunta que debería hacerte yo, Sonia. ¿Has sabido algo de Moisés?

—No.

—¿Dónde crees que puede haberse escondido?

—No lo sé, la verdad. Está visto que mi marido tenía una vida oculta, así que puede estar en cualquier parte. Es increíble lo poco que conocemos a la gente que tenemos más cerca.

—Sonia, ¿por qué crees que Moisés huyó de la policía?

Sonia se encoge de hombros, parece que la pregunta le supera por su amplitud inabarcable.



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